viernes, 17 de agosto de 2012

No quiero mi cara en camisetas

A duras penas podía caminar, me sentía fatal, la humedad calaba mis huesos y la ropa se pegaba a mi haciendo que las quemaduras de los hombros me doliesen cada vez más. El calor y los putos mosquitos no contribuían mucho a mejorar la situación, putos mosquitos ¿por qué nadie habrá pensado alguna vez en exterminarlos?. Respirar era el trago más asqueroso de todos, podía posponerlo dos segundos ahora, tres luego, pero no más, no me podía permitir morir. Pensaba en enfermedades que había estudiado, vistas en algún viaje quizá y divagaba a cada paso, blandito, mullida vegetación, como la mouse de chocolate de mi infancia y pensaba que si se me encharcaban los pulmones o me rompía la pierna estaría perdido. A veces cuando alguien te está mirando, lo sabes, nunca he sabido el cómo ni el porqué, pero lo sabes, me di la vuelta y solté una ráfaga larga, sin mirar, sin tragar saliva y esnifando en olor a polvora y casquillo en en aquel infierno mojado. Ya está, ya está, sigo caminando y siento que corre por mi cara, y resbala pegajoso en mi barba, será una lágrima, sudor o ambos, pero yo no sé. Aún nos quedaba mucho para tomar la Sierra Maestra y yo extrañaba mi dulce de leche y no, aunque más tarde lo harían esos puros que paladeaba con Camilo y con Fidel no endulzaban mi paladar igual, será la madurez...

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